Si quiere vender su empresa, lanzarla a cotizar en bolsa, obtener determinados créditos o justificar cualquier aspecto contable ante un tercero, le va a ser conveniente (en ocasiones, indispensable) realizar una auditoría.

¿Qué se debe hacer para afrontarla con éxito?

No hace muchos años, el auditor era considerado como una figura severa, desagradable y sinónimo de malos augurios.

Todo el mundo en la empresa corría a sus puestos, con el balance a la vista y santiguándose apresuradamente para que todo se encontrase en orden: ni más pérdidas ni más ganancias, el informe de gestión con todos los puntos y todas las comas, sin erratas en la memoria ...

Ésta era la situación preliminar, ante la visita de un auditor. Sin embargo, hoy en día esta escena ha cambiado. Su llegada ya no es la antesala de una quiebra.

La función de un auditor se corresponde con la tarea de comprobar que las cuentas de una sociedad supongan una imagen fiel de la realidad de la empresa. Y mientras lleva a cabo su labor, es corriente que ofrezca sugerencias sobre cómo mejorar la contabilidad.

Por consiguiente, ya no es extraño que ante las peticiones de la empresa-cliente, suele acceder a las peticiones que le hacen los administradores acerca revisiones "extra" de balances, consejos sobre el inventario ...

En relación con lo anterior, en muchos casos, las sugerencias pueden abordar temas fiscales o de control interno, sin llegar a mezclar su función con la del asesor fiscal.